Se concentraría en los coches eléctricos, pero también atacaría otros sectores estratégicos.
La Casa Blanca está lista para anunciar una decisión radical que podría abrir una guerra comercial con China, al estilo de la que protagonizó Donald Trump. Según Bloomberg, Biden está preparado para anunciar la semana que viene una ronda de aranceles con el gigante asiático, centrándose en los coches eléctricos, baterías y células solares, aunque también actuando sobre sectores estratégicos para la economía del gigante asiático. Concretando más en el calendario en el que puede darse el anuncio, la idea del Ejecutivo norteamericano es que se concrete el próximo martes.
La decisión es la culminación de una revisión de los llamados aranceles de la Sección 301 que se implementaron por primera vez bajo Trump a partir de 2018. Si bien no se descarta que esta ofensiva podría retrasarse, representa uno de los mayores movimientos de Biden en la carrera económica con China. El presidente demócrata ya avisaba en el mes pasado, cuando habló públicamente de aumentar los aranceles sobre el acero y el aluminio chinos y tras la apertura formal de una nueva investigación sobre la industria de construcción naval de China.
El yuan se ha debilitado ante la noticia, mientras que el índice CSI 300 de acciones chinas cayó hasta un 0,6% en las primeras operaciones antes de reducir aproximadamente la mitad de su caída. «Definitivamente hará que los inversores hagan una pausa en acciones que están potencialmente expuestas», dijo Xin-Yao Ng, director de inversiones de Abrdn.
La estrategia del presidente Xi Jinping de aumentar la fabricación y disparar las exportaciones para detener una desaceleración económica en el país ha disparado las alarmas en el extranjero, que creen que sus empresas compiten ilegalmente debido a las subvenciones que reciben, que les permitirían ofrecer precios más bajos. Los líderes de Estados Unidos y la Unión Europea han reprendido a Beijing por ayudas estatales, que, según dicen, han alimentado una avalancha de exportaciones baratas que amenazan los empleos en sus mercados.
Estados Unidos está haciendo frente a las «prácticas económicas injustas y al exceso de capacidad industrial» de China, dijo Biden el mes pasado. «No estoy buscando una pelea con China. Busco competencia, pero competencia justa«. Los aranceles probablemente tendrían poco impacto inmediato en las empresas chinas, ya que sus gigantes de vehículos eléctricos, líderes mundiales, están en su mayoría excluidos del mercado estadounidense por los aranceles a los automóviles. Por su parte, las empresas solares exportan principalmente a Estados Unidos desde terceros países para evitar restricciones, y las empresas estadounidenses también buscan aranceles más altos en ese comercio.
En cualquier caso, la iniciativa de Biden será siempre más suave que la prometida por su rival para las elecciones de este año. Trump ha prometido aumentar los aranceles a China en todos los ámbitos si es reelegido, prometiendo un impuesto del 60% sobre todas las importaciones chinas. Muchos demócratas han descartado ese enfoque, en parte porque elevaría los precios para los consumidores estadounidenses que luchan contra la inflación.
Volviendo al anuncio de la Casa Blanca, este será emitido formalmente por la oficina de la Representante Comercial de Estados Unidos, Katherine Tai, quien el mes pasado dijo que esperaba que la conclusión de una revisión que comenzó en 2022 terminara «pronto». La administración ha estado buscando formas de hacer que los aranceles sean más estratégicos y efectivos, añadió.
Biden ha prouesto explicitamente un arancel del 25% sobre todo el acero y aluminio chinos para apuntalar así el sector siderúrgico nacional. Aunque muchos daban por hecho que se podría dar esta medida, muchos creían que podría ser una medida simbólica, dado que China está poco expuesta al mercado metalúrgico de EEUU. Sin embargo, el nuevo enfoque parece mucho más ambicioso.
¿Reabrirá la guerra comercial?
En cualquier caso, los aranceles entre los dos países llevan siendo un tema tabú desde la era Trump, pues Biden ha mantenido la extraña situación que se quedó tras la marcha del magnate neoyorquino. Bajo la era Trump, Washington y Beijing alcanzaron el llamado acuerdo de fase uno a principios de 2020. Eso redujo algunos aranceles a cambio de que China se comprometiera a abordar el robo de propiedad intelectual y aumentar sus compras de energía, productos agrícolas y manufacturados junto con servicios en 200.000 millones de dólares. en los dos años hasta finales de 2021. China no cumplió sus promesas en más de un tercio.
La idea era que se fuera escalando hacia una mayor relajación o todo lo contrario, pero la situación se quedó en un limbo en el que el anuncio de Biden podría marcar un punto de inflexión. Todo esto a pesar de que la última reunión entre Xi Jingping y Biden en California (en noviembre) parecía dar pie a una relajación. Sin embargo todo podría cambiar en los próximos días en función de la intensidad con la que EEUU decida gravar los productos chinos.
Fuente: El Economista .es