El último punto del Pacto de Mayo que propone el presidente Javier Milei habla de una mayor apertura al mercado internacional; el país está todavía lejos de esta meta.
“La apertura al comercio internacional, de manera que la Argentina vuelva a ser una protagonista del mercado global”. Ese es el décimo punto del decálogo presentado por Javier Milei ante la asamblea legislativa y que integrará el “pacto de mayo” al que convocó a la oposición. LA NACION consultó a varios especialistas respecto del rumbo del gobierno nacional en materia de comercio exterior y a la definición del Presidente. Este diario también intentó, sin resultados, sumar la voz de la Cancillería.
El debate en torno al comercio internacional y al aprovechamiento por parte de la Argentina de las oportunidades que le presenta el mundo coincide con los datos respecto de que el “motor” de ingreso de divisas que es el campo, aportará menos dólares que los esperados hace unos meses. Es que si bien la campaña agrícola será muy buena, la ola de calor golpeó los rendimientos y, además, los precios internacionales de las commodities están en baja. En los últimos días hubo una mejora de los precios pero los expertos no ven tendencia.
“Para abrir el país hay que desregular y equilibrar la macroeconomía, además de cambiar las reglas impositivas y laborales. Todo está vinculado”, definió Marcelo Elizondo, quien sumó que Milei “siempre” tuvo la idea de la apertura “pero integral”, no solo comercial. Precisa que el objetivo -con las otras medidas enumeradas en el decálogo- se busca “generar competitividad”.
El titular de la consultora DNI, equipara la propuesta del “pacto de mayo” a los acuerdos de la Moncloa de España hace medio siglo: “Están bien presentados, como grandes títulos, a los cuales es más difícil oponerse. Es una iniciativa sistémica; apertura comercial; desregulación normativa; ordenamiento macro; recuperación de la actividad privada; atracción de inversiones”.
La exsecretaria de Comercio Exterior de la Nación, Marisa Bircher, coincide en que es “relevante” que el tema esté entre los diez puntos a incluir en el pacto, a la vez que ratifica que “varios” son “estímulos indirectos” para el comercio internacional. Advierte que, para alcanzar ese objetivo, se requiere de una “gestión transversal inmediata; no solo en la puesta en marcha de los acuerdos comerciales, sino también en empujar nuevas alianzas internacionales acordes al contexto actual que le den una clara oportunidad de comercio a nuestro país. Esa agenda debe modernizarse”.
“Como pocos países en el mundo la Argentina tiene una oferta diversa: minería, energía, alimentos e industria manufacturera. Pero está claro que para que el comercio exterior sea competitivo, es imperioso que se asegure una baja de la carga tributaria, la eliminación progresiva de las retenciones y de los altos impuestos a las importaciones que desalientan la competitividad de muchos exportadores”, dice Bircher, quien entiende que está “todo dado” para poder lograrlo. “El esfuerzo de la nueva gestión está a la vista, y todo el país está expectante ante este nuevo voto de confianza al presidente Milei y todo su equipo”, añade.
Para tener una idea clara de cómo la Argentina perdió peso en el mundo, el economista Jorge Vasconcelos (Ieral de la Fundación Mediterránea) grafica que en últimos 60 años el PIB por habitante argentino pasó de ser el equivalente al 63,3 % del de los Estados Unidos al 34,7%. En el mismo período, las exportaciones locales pasaron de capturar 1,34 % del mercado mundial a sólo 0,36%. Así, tomando como base 1953 a una contracción del market share de 73,5% de las exportaciones se correspondió una reducción de 45,3 % en el PIB por habitante del país relativo al de los Estados Unidos.
Vasconcelos enfatiza que la explicación del fenómeno no tiene que ver con el tradicional concepto de la “restricción externa” sino que se trata de la diferencia en la forma en la que se organiza una economía cuando está o no expuesta a la competencia global. “Después de la Segunda Guerra Mundial, los países que se lograron acercar a la categoría de ‘desarrollados’, viniendo de ‘emergentes’, tuvieron en común el haber logrado un cambio cualitativo en su inserción en el mercado mundial”, señala. Ese abanico incluye a Corea e Israel, pasando por Nueva Zelanda, Irlanda y España, entre otros.
Re-encender motores
Entre los factores que influyeron en los avances sostenidos de productividad, están la incorporación de tecnología en forma continua y la especialización que les permitió capturar nichos de mercado. “No hubo conflicto entre exportaciones y mercado interno porque los incentivos se coordinaron a favor de una creciente formalidad laboral y capacitación de recursos humanos”, describe.
En ese contexto, menciona que el retroceso de la Argentina en términos de inserción mundial “apagó motores genuinos de crecimiento, llevando a los gobiernos de turno a usar el gasto público como sustituto. Justo la receta contraindicada si se piensa el desarrollo como sinónimo de competitividad y estabilidad”.
Vasconcelos indica que esa dinámica agregó “capas geológicas” a la defensa del statu quo, haciendo más compleja la salida. Enfatiza que las crisis, “cada vez más recurrentes y profundas”, abrieron oportunidades para salir del pantano, “no siempre bien aprovechadas”. Desde 2011, cuando arranca la “era de los cepos”, tanto el market share de las exportaciones argentinas como el PIB por habitante involucionan, hasta llegar actualmente a los niveles de 1990, en el piso de la serie histórica. Para el economista, por la aceleración de la inflación, la crisis social y la fragilidad macro, la actual encrucijada tiene todo para ser un hito, “como lo fueron 1975 y 1989. Es de esperar que la salida se parezca mucho más al segundo caso que al primero, para lo cual se necesita pensar en el futuro aprendiendo del pasado”.
“Dejar de ser irrelevantes en el concierto de las naciones; no prohibir exportaciones e incluir en el nuevo contrato social lo relacionado a la apertura del comercio internacional es clave”, sostiene Patricio Carmody, experto en Relaciones Internacionales. A la hora de revisar lo realizado hasta el momento, subrayó el “compromiso” de la Cancillería con las negociaciones entre Mercosur y Unión Europea, las que están frenadas por la oposición de Francia. También revaloriza la decisión oficial de “trabajar con todos los países”, como lo muestra el próximo viaje de Diana Mondino a Japón, Malasia y Vietnam, países que dan “gran importancia a las relaciones políticas bilaterales como motor para el comercio y las inversiones”.
Otro punto positivo es el objetivo de cerrar el acuerdo Mercosur- EFTA (Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein) que más allá de lo comercial, tiene el “valor simbólico” de priorizar a las “democracias occidentales”.
Carmody admite que causó “cierta sorpresa” entre los embajadores extranjeros que consideran importante mantener el sistema multilateral de comercio que no estuviera ni Mondino ni el secretario de Relaciones Económicas Internacionales en la XIII reunión de Ministros de Comercio de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Abu Dhabi. “Más allá de las cuestiones de agenda -analiza- no fue una señal positiva del ‘regreso de la Argentina al mundo’ ya que estuvieron todos los líderes internacionales de comercio”.
A criterio de Carlos Savi, Milei fue “muy claro” sobre lo que pretende para el comercio internacional y, para cumplir con el décimo punto -que es “música para los oídos”- requiere “salir del cepo, lograr una unificación cambiaria, más la garantía jurídica de que las empresas puedan repatriar divisas”. Para las importaciones, hay que “eliminar el impuesto PAIS y unificar también el tipo de cambio”.
Añade que la reforma tributaria (“para que el exportador conozca sus costos, cotizar sin la zozobra de que habrá cambios”) y el punto vinculado al compromiso de las provincias de avanzar con la explotación de los recursos naturales, son claves. “No se pueden desaprovechar las potencialidades de las que dispone; hay que hacerlo rápido, no en un plan a 10 años”, indica Savi.
El especialista insiste en que hay que “hacer las cosas diferentes a las de los últimos 20 años; cuyos resultados ya conocemos”. En esa línea, entiende que hay que reconfigurar los sistemas de apoyo y desarrollo a las exportaciones. Por eso, a Savi le pareció “prematuro” el lanzamiento de Cancillería del Plan Nacional de Promoción 2024 con las “consignas de siempre, como son crear empleo de calidad, aumentar la productividad y generar divisas. Llegó el momento de que cada especialista, que los hay, haga lo suyo”. Por caso, le preocupa, que a cargo del plan esté el subsecretario de “Promoción de Exportaciones, de Inversiones, de Educación, de Ciencia y de Cultura”. Para Savi es “tan diversificado que se puede desviar; hay que exportar, facturar en moneda fuerte”.
Aporte del campo
La Bolsa de Cereales de Buenos Aires estimó que las exportaciones agrícolas de 2023/2024 se ubicarán en US$32.095 millones. Si bien el monto representa US$9.144 millones más que en el ciclo 2022/23 que estuvo afectado por una fuerte sequía que provocó una pérdida de más de 50 millones de toneladas de producción, si se compara con la previsión de enero último hubo una caída de US$679 millones. En los últimos días, hubo una suba, pero los especialistas -por el momento- no entienden que sea una tendencia sostenible.
La reducción es por la baja de los precios internacionales. De acuerdo a las proyecciones de las exportaciones de la Bolsa, habría picos de ventas al exterior en abril, mayo y junio con mensuales probablemente superiores a los US$3000 millones.
En el caso del Ieral, estima que las exportaciones netas (restando lo que se importa de soja para elaborar en el país) las ventas al exterior de granos, carnes y lácteos, llegarían a US$ 35.500 millones, unos US$7.500 millones más que el año pasado, aunque no se llegan a recuperar los flujos que se tuvieron en 2021 y 2022, que dejaron superávits comerciales de US$ 14.751 millones y US$ 6.923 millones, respectivamente.
También la Bolsa de Rosario aportó que, si bien las lluvias del último trimestre terminaron con la peor sequía de los últimos 60 años, la ola de calor de febrero cortó el potencial de rindes y la baja de la cotización internacional de los commodities, “dejan a los precios de exportación argentinos 35% debajo de los que se registraban en marzo del año pasado”.
En consecuencia, el Valor Agregado Bruto (VAB) del Agro para este año, lo proyecta a febrero en US$10.453 millones, con una caída de US$4.700 millones respecto de diciembre. La soja y el maíz explican 80% de esta baja porque el calor recortó el rendimiento estimado y la producción esperada en cuatro millones de toneladas. La combinación de caída de precios recibidos por el productor y aumento de los costos “ajustó fuertemente el valor agregado por este eslabón clave de la producción argentina”, sostiene el reporte.
Para la Bolsa rosarina, si bien el VAB Agro muestra una fuerte recuperación post sequía, será el segundo valor más bajo desde la campaña 2018/19, con casi 20% por detrás del valor promedio del producto agrícola de los últimos cinco años.
Fuente: La Nación