Previsiones 2022 para la relación entre Argentina y el mundo
Las relaciones económicas internacionales son, en todo el mundo, significativas para numerosos países. Mucho más que para Argentina.
Aún tras años turbulentos que trajeron movimientos populistas, la pandemia y agendas públicas de emergencia; el comercio internacional entre todos los países del planeta alcanzó en 2021 (dice ONUDI) el récord histórico de 28 billones de dólares (11% encima del nivel pre-Covid). Y el stock de inversión extranjera directa en el planeta supera 41 billones de dólares, el doble que en 2010. Y el valor de las transacciones de data y conocimiento globales -el mayor motor de la globalización- se duplica cada tres años.
La reacción después de la emergencia sanitaria y los lockdowns de 2020 hizo crecer 23% el valor del comercio internacional planetario en 2021 (más de 10% en volúmenes). Ello arrastró a Argentina, que logró las mayores exportaciones en 8 años (casi 77.000 millones), las que -sin embargo- siguen unos 7000 millones de dólares debajo del récord de 2011 (mientras México, Brasil y Chile, mayores exportadores que Argentina, ya volvieron a sus mejores marcas históricas).
En los demás flujos internacionales (inversión extranjera, financiamiento, integración en redes globales de empresas) la performance de Argentina no arrojó números tan dinámicos como los del comercio exterior de bienes, que creció 40% medido en dólares desde un piso bajísimo (en 2020 había caído el triple que el pandémico descenso mundial).
Aún con el alza de 2021 la participación argentina en el total de exportaciones planetarias (0,34%) sigue debajo de la mostrada a inicios de la década que acaba de terminar, o aún de la que se tenía a fines del siglo XX (en ambos casos superaba 0,40%).
El saldo de 2021 fue, por ende, agridulce.
Para el nuevo año habrá que considerar que ciertos factores favorables se debilitarán. Por un lado, los precios internacionales de los commodities podrían ser más bajos debido a una más estricta política monetaria por parte de EE.UU., que fortalecería su divisa (más de tres cuartos del comercio internacional total se opera en dólares) e incomodaría así al 70% de nuestras exportaciones que son de origen agropecuario.
Por el otro, la economía de nuestros mayores clientes no será tan vertiginosa después del rebote de 2021 (la mitad de las exportaciones argentinas se dirige a 7 mercados: 3 asiáticos, 2 latinoamericanos, 1 norteamericano y 1 europeo). Y el comercio internacional total volverá a una tasa de crecimiento mas moderada (algo por debajo de la mitad de la de 2021).
Todo hace prever que las exportaciones de bienes argentinas (se estiman unos 73.000 millones) estarían en 2022 por debajo de las de 2021. Las importaciones, por su lado, no podrían descender sin impactar en el nivel de actividad (quedando en unos 62.000 millones). Mientras, para anticipar algo con relación a la balanza de servicios -que resta dólares porque es siempre deficitaria- hay que esperar qué le depara el Covid al turismo.
La balanza comercial (de bienes y servicios) será así menos generosa en 2022. Y más allá de la coyuntura (menos viento a favor en las ventas) hay que señalar que Argentina tiene pendiente un régimen de importaciones menos espasmódico para normalizar su acceso a tecnología productiva: aún con el alza de 2021 las importaciones siguen debajo de las de hace unos años.
Y no solo se necesitan para producir sino también para exportar (muestra la OCDE que, entre los mayores 60 mercados medidos en el mundo, Argentina es el segundo con menor componente importado integrado en sus exportaciones -menos de un tercio del promedio, que es 25%-, lo que afecta su competitividad).
Además, Argentina sufre salida de capitales, no recibe ingresos sustanciales de inversión extranjera ni financiamiento externo relevante, y no goza de una participación apropiada en las nuevas redes de empresas de la economía global. Un reflejo de ello es que la tasa de inversión estimada por el Banco Mundial para nuestro país en 2021 -debajo de 16% del PBI- fue la más baja en Sudamérica a excepción de Venezuela (en la región el promedio ronda 20%).
Las previsiones auguran menos beneficios por factores externos, necesidad de mejorar condiciones cualitativas endógenas, y menos holgura cambiaria.
Ahora bien: algún día se deberá propender a flujos genuinos de entrada y salida propios de una vinculación internacional más integral.
En el planeta, el 2022 exacerbará siete grandes tendencias ya en marcha y en las que tenemos poca participación: la revolución tecnológica que consolida la nueva economía del conocimiento, la exigencias de mayores estándares de calidad para productos internacionales, un sostenido movimiento de acuerdos económicos internacionales más complejos e integrales, una mayor influencia de la geopolítica en los mercados, el liderazgo de empresas innovativas globales por sobre los limites existentes (incluso los regulatorios), con el funcionamiento de redes globales -entre esas empresas- más significativas que los propios pactos entre países, y la consolidación de un escenario general volátil y cambiante.
Argentina debe modificar condiciones básicas para depender menos de acontecimientos coyunturales y competir por atributos profundos. Muestra esta necesidad que apenas contamos con 70 empresas que exportan ms de 100 millones de dólares al año; que solo el 20% de nuestras exportaciones ingresa en mercados con los que tenemos acuerdos comerciales de integración recíproca (el 60% del comercio global total ocurre entre mercados que cuentan con esos pactos); y que el stock de inversión extranjera operando en Argentina es hoy el mismo que hace diez años mientras en el mundo se ha duplicado.
Marcelo Elizondo es especialista en negocios internacionales
Fuente: Clarín