Una buena noticia para Chile y la Argentina.
El mundo hoy nos demanda muchos desafíos frente a los cuales la Argentina y Chile actuando en conjunto podemos responder mucho mejor. La reducción de la huella de carbono en nuestros procesos productivos e industriales y el impulso de las energías limpias es uno de ellos. Se trata de una tarea que no podemos eludir.
El progreso tecnológico ha permitido que la Argentina pueda explotar nuevas reservas. Esto revitalizó el comercio de hidrocarburos con Chile, que se había paralizado desde la decadencia de los yacimientos convencionales argentinos. Hoy los recursos de gas existentes en la formación Vaca Muerta superan los 308 trillones de pies cúbicos, esto equivale a todo el consumo de la Argentina por más de 100 años, lo que permite una nueva perspectiva y un reimpulso importante para ambos países en términos de integración energética.
Chile en los últimos años ha realizado fuertes compromisos con la descarbonización de su matriz energética. Se han hecho inversiones y tomado decisiones serias y audaces para terminar con la dependencia del carbón, especialmente en el sector de la generación eléctrica. A su vez, Chile apostó con fuerza por las energías limpias del futuro, las renovables, y asumió el compromiso de producir para el año 2050 el hidrógeno verde más barato del planeta.
Sin embargo, en el presente, la dependencia de ambos países respecto de los combustibles líquidos, el diésel y su nocivo material particulado, y en el caso de Chile, la calefacción a leña en el sur, genera un gran espacio para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y otros contaminantes a través del gas natural. Se trata de una transición energética que ya está en curso y debemos transitarla con mucha determinación, pero también con realismo, para no caer en voluntarismos excesivos que finalmente nos hagan retroceder o que afecten en exceso a nuestras economías.
El gas natural, de esta manera, tiene un rol importante como un combustible que permitirá por un período avanzar en esta transición hacia la carbono-neutralidad. Es un energético que para ambos países ya atravesó el proceso de maduración de su factibilidad técnica y de su rentabilidad económica, y puede ser una solución para la generación eléctrica o la calefacción residencial, para la industria y el transporte pesado.
La noticia de la autorización de permisos para envíos en firme de gas natural desde la Argentina para Chile durante el verano próximo posibilita una necesaria anticipación en los tiempos, clave para el mercado chileno con relación a su abastecimiento por buques de GNL, pero además implica una clara decisión de las autoridades argentinas de restablecer y consolidar confianzas y dar previsibilidad al abastecimiento.
El Plan Gas como política energética del presidente Alberto Fernández conlleva entre sus objetivos iniciales, además de sustituir importaciones y aumentar la producción local, la exportación al mercado chileno, y la sola concurrencia de las empresas chilenas y argentinas demuestra que hay un mercado a desarrollar.
El desafío de ambos gobiernos es dar continuidad a este proceso, estableciendo un diálogo públicoprivado que permita avanzar en mecanismos que otorguen certeza. Creando simultáneamente las condiciones para que la inversión haga crecer los saldos exportables de Vaca Muerta, asegurando oferta y demanda mediante contratos de largo plazo. Se trata de una coyuntura estratégica, que ambos países debemos aprovechar.
Hay mucho en juego. La Argentina puede conseguir divisas, empleos de calidad y mejorar la recaudación impositiva a nivel federal y provincial a través de las regalías. Chile puede conseguir un camino hacia una matriz energética más limpia sin obstaculizar el crecimiento de su economía, mejorar la salud de los habitantes y asegurar un mayor bienestar en sus hogares mediante precios más accesibles para la calefacción durante el invierno.
Rafael Bielsa y Nicolás Monckeberg
Fuente: La Nación