Hace tiempo que se evidencia para muchas empresas con operaciones internacionales una suerte de desdoblamiento cambiario de hecho. Obviamente no es por gusto, sino por necesidad. La razón es bastante simple: las reglas claras en el comercio exterior son tan necesarias que, aun cuando sean desfavorables, son preferibles a la eterna confusión propia de la informalidad generalizada.
Sobre el criterio de aprobación de las SIRA/SIRASE y la aritmética de la Cuenta Única del Comercio Exterior, hay dos opciones. La primera opción, es que estemos ante uno de los secretos mejor guardados por el sector público. La segunda, y a nuestro criterio más probable, es que en realidad nada de eso existe. No hay un criterio, no hay una aritmética.
Más allá de cuál sea la correcta, el resultado es el mismo. Hoy los importadores de bienes y/o servicios no saben ni cuándo, ni cómo, ni en qué medida van a poder importar o pagar sus deudas con el exterior.
Así, hoy tenemos tres tipos de importadores: aquellos que no tienen aprobadas las SIRAs/SIRASEs, aquellos que las tienen aprobadas bajo la promesa que utilizarían divisas propias (divisas que probablemente aun no posean, pero la desesperación por no cerrar el negocio pudo más), y un último grupo que renunció al mercado de cambios y operan por el mercado alternativo del contado con liquidación.
Notar que, por su excepcionalidad, dejamos fuera del listado a aquellos importadores que obtuvieron la aprobación de sus SIRAs/SIRASEs, con acceso al mercado de cambios, y que transcurridos algunos meses podrán realizar los pagos al exterior (siempre que nada cambie en el mientras tanto).
Volviendo al grupo de tres, el primero reúne a los importadores más pacientes y optimistas de todos. No tienen aprobadas las SIRAs/ SIRASEs, pero de momento confían en que su caso sea especialmente atendido. De hecho, algunos lo logran asumiendo diferentes compromisos (sea por medio de montos máximos, incremento de nivel de exportación, procesos de sustitución de importaciones e incluso fijando precios para el mercado interno). Otros, por el contrario, siguen en la amarga espera, empezando a mirar de reojo a la alternativa del pago con divisas propias, al mercado alternativo de títulos, y hasta la posibilidad de eventuales medidas judiciales.
El segundo grupo, ya pasó por el período de espera y encontró en el juramento de pagar sus deudas con divisas propias una suerte de alivio temporal. Es importante entender que este grupo sabe que no está ante una solución sustentable.
El pago con divisas propias muchas veces tiene como origen el aporte de capital de un accionista del exterior, o un préstamo tomado en el exterior (para el caso de multinacionales, de alguna compañía del grupo, para el caso de compañías locales, de algún prestamista de ocasión). En cualquier caso, esto no es sostenible ya que, en algún momento, el acreedor pretenderá cobrar su crédito o el aportante desistirá de seguir invirtiendo, y ahí el problema. El acceso al mercado de cambios no es opción y, si alguna flexibilización de los controles de cambios no llega a tiempo, deberá entonces caerse en el mercado alternativo (del contado con liquidación).
Llegamos así al último grupo, que vale mencionar, crece día a día. Nos referimos a los importadores que dijeron basta, que se despidieron del mercado de cambios y que operan en el mercado bursátil para cancelar sus deudas con el exterior. Estos operadores del comercio exterior parecen tener el tema resuelto: obtienen la aprobación de las SIRAs/ SIRASEs, no pasan por la Cuenta Única del Comercio Exterior y pagan las importaciones a término (y hasta por adelantado si fuera necesario).
Este operador vive en un desdoblamiento cambiario propio, autoimpuesto, donde sabe que algunos pocos afortunados logran pagar a un tipo de cambio muy inferior al propio, pero que ese tipo de cambio no le es aplicable y, por tanto, su esquema de negocios se basa en el tipo de cambio real, al que realmente puede acceder.
El problema de esto es claro, el tipo de cambio, a veces hasta duplica al oficial. A veces este problema es del importador, otras veces, de sus clientes. Esto dependerá del caso concreto. Sin embargo, lo que empieza a suceder es que ambos sujetos (sí, incluso los consumidores), asumen ese problema como inevitable y, por lo tanto, deja de ser un problema para convertirse en una condición del mercado.
No debemos confundirnos. Esta situación es absolutamente indeseable. Los precios internos suben, la competitividad de la exportación irremediablemente cae (y por tanto a veces se termina por suspender la actividad exportadora a la espera de mejores condiciones) y todos a la larga salen perjudicados. Ahora bien, no es posible condenar a ninguno de todos estos operadores que hoy están en situación de supervivencia.
No es posible tampoco desconocer que la situación a nivel divisas merece especial cuidado. Pero a su vez es alarmante ver que no se trabaje en un plan real para aumentar la oferta de dólares que, al fin de cuentas, es la mejor herramienta para abordar el problema de la restricción para la salida de divisas.
El comercio exterior exclama por una urgente modificación de reglas imperantes y más temprano que tarde se deberá dar una respuesta. Caso contrario, nacerá un nuevo grupo: los que ya no operan comercio exterior… y nadie quiere eso.
Fuente: Ambito