“Sin exportar no se puede importar y, así, no se puede crecer”.

Es licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y PHD en Economía por la Universidad de Harvard; ejerció cargos en el Ministerio de Economía, siempre vinculados con temas de inserción internacional y comercio exterior; es docente universitario y se desempeña como investigador del Conicet en el IIEP-UBA

“Las exportaciones argentinas están estancadas hace 10 años, más allá de las variaciones en los precios que les dieron volatilidad. Y lo están, básicamente, por falta de orientación exportadora en la política”, dice el economista Juan Carlos Hallak, especialista en comercio e inserción internacional, quien plantea que incrementar las ventas de la Argentina al mundo es algo imprescindible para sostener un crecimiento económico en el mediano plazo.

Los números oficiales de las ventas de la Argentina al exterior muestran un declive en la última década. Tras el pico de 2011 (US$82.980 millones), no se superan los US$70.000 millones desde 2014, en una dinámica que es consecuencia y causa de la recesión y de la inestabilidad económica y cambiaria.

Según el economista e investigador del Conicet, el país tiene oportunidades para exportar valor agregado en múltiples sectores, pero para eso se requiere un trabajo dentro de las firmas y un impulso dado por el sector público, con medidas que abarcan aspectos como la infraestructura, la financiación, la simplificación burocrática y la promoción comercial. Hallak también advierte sobre el impacto de la coyuntura: “La estabilidad macroeconómica es una condición necesaria, que no está pudiendo ser garantizada. Eso hace muy difícil que la exportación crezca como tiene que crecer”, sostiene.

–¿Por qué considera que exportar es clave para la economía?

–Es uno de los temas en los que más acuerdo hay entre economistas. Cuando creces, siempre tenés que importar más; se calcula una elasticidad de entre 3 y 4% por cada punto del PBI. Entonces, si querés crecer, vas a importar más. Podría pensarse teóricamente que podes sustituir importaciones y crecer más porque hay cosas que las haces acá, pero ese margen está siendo explotado ahora; es la sustitución relativamente fácil que podes hacer con restricciones, como en el sector textil, de muebles o de calzado, y así tenés más producción local. Se puede hacer en poco tiempo pero tiene corto alcance, y después la situación es más difícil. Ya se vio en los años 60. Se llega rápidamente al punto donde hay que importar para crecer, y para eso hay que exportar, porque si no, tenés un problema de balanza de pagos. Es una restricción muy básica. Salvo que te estén prestando más.

–Pasó en el gobierno anterior…

–Las exportaciones crecieron un poquito, pero las importaciones mucho más y eso no fue sostenible. Y que te presten sostenidamente hoy no parece ser el horizonte de la Argentina. La capacidad de consumo de un país y el nivel de bienestar se determina según su capacidad de exportar. En el mediano y en el largo plazo no hay otra. Y en la Argentina vemos el camino en una dirección, pero por lidiar con la situación de corto plazo nos alejamos de ese rumbo, que impone darle absoluta prioridad a la exportación.

–¿A qué se refiere?

–Si se reconoce ese problema y ese camino, vas a pensar 10.000 veces antes de poner una medida como la restricción a la exportación de carne, por ejemplo. Y no es solo por el impacto en el sector, sino que es también la señal al resto de la economía. Esas son trabas básicas; pasó también con el maíz hace unos meses. Después, hay otras que tienen que ver con que, al restringir o limitar las importaciones, perjudicas la exportación, que necesita insumos importados. Si tenés dificultad de acceso a esos insumos, se afectan las posibilidades de exportar. También si hay incertidumbre en cuanto a la remuneración que van a tener las exportaciones, porque están atadas a un dólar que tienen una volatilidad importante. Eso afecta tu decisión de apostar a la exportación. Y esa es una parte de la historia. Lo que hace falta no es solo no perjudicarlas, sino también un montón de medidas para favorecerlas, que hoy no hay. Tendrían que estar creciendo un 10% las exportaciones todos los años, para que el PBI crezca un 3% anual en el mediano y en el largo plazo. La pregunta que uno se hace es por qué vamos a crecer en el futuro, qué estamos haciendo distinto. Y no veo la respuesta.

–¿Qué incluye en ese planteo?

–Es un conjunto enorme de políticas transversales y también sectoriales. Desde más acuerdos comerciales hasta protocolos fitosanitarios o más infraestructura para la exportación. Uno de los ítems más importantes es la hidrovía, y hoy tenemos incertidumbre sobre cómo se va a manejar. Si la exportación fuera un tema priorizado, eso se debería resolver de una manera más clara y eficaz para el funcionamiento de la infraestructura. Después, está todo el tema de la facilitación del comercio, para ayudar y para que sean más simples todos los trámites, lograr que en la Aduana no se traben las gestiones, todas cuestiones ligadas a la burocracia que se vinieron haciendo y hay que seguir. Ninguna de estas medidas hace disparar la exportación por sí sola, pero apoyan el proceso y hay que estar encima. También está el tema del financiamiento de la exportación y toda la parte de la promoción comercial.

–¿Cómo ve el nivel del dólar hoy?

–Ese es un punto a favor. Está alrededor de un 25% más alto que en la etapa precrisis de la era Macri, y más todavía respecto de la última época del gobierno de Cristina. Desde ese punto de vista, la rentabilidad en principio ahora es más alta.

–¿Y cómo impacta la brecha? ¿Qué refleja esa situación?

–Refleja la incertidumbre. El exportador recibe el dólar oficial con alguna retención, que hoy es mejor del que hubo en los últimos años. Pero la incertidumbre macroeconómica, que es muy fuerte, es el gran problema. Cuando no hay seguridad de cuán rentable va a ser un negocio de exportación, o hay miedo de que haya restricciones y no permitan acceder a dólares, o pasan estas cosas, eso lleva a la inestabilidad. Y la imprevisibilidad es uno de los grandes temas negativos. El otro gran punto en contra es que esa inestabilidad lleva a que se vaya el foco del Gobierno en la exportación, porque la gestión se va en temas de cortísimo plazo, como el control de precios o la gestión de las divisas. Y eso lleva a una disposición a sacrificar, en aras del corto plazo, las posibilidades de crecimiento de largo.

–¿Qué tiene que hacer el país para hacer crecer la exportación?

–No es solo una cuestión de productividad, más eficiencia o más tecnología. El desafío, por una parte, pasa por ahí, pero también está el tema de que cuando el país sale a exportar, se demandan productos distintos a los que se consumen localmente. En general, el punto número uno es más calidad. Hay exigencias de producto que incluyen regulaciones técnicas que hacen a la seguridad en el uso de elementos químicos, al diseño de bienes o máquinas en los productos agroindustriales o los residuos de pesticidas; que hacen a la seguridad del usuario del bien o del operador, si es una máquina. Hay temas de procesos productivos, hay requisitos respecto del cuidado del medio ambiente y de los temas laborales, como ocurre con el caso del limón. Muchas veces no es la empresa la que tiene que cumplir o la que tiene en sus manos la posibilidad de cumplir todo, y necesita de laboratorios, de certificaciones. Tiene que estar el Estado mirando cada sector, y haciendo que lo que se necesite esté disponible. Después, hay cuestiones más comerciales referidas a cómo salir a venderle al mundo cierto tipo de productos.

–¿Dónde están las ventajas? ¿Dónde se pueden encontrar oportunidades?

–Hay que competir con calidad y diferenciación. Ese es el tema central; no es una cuestión de verlo por sectores, porque las oportunidades son generalizadas. Es un tema más

vertical que horizontal. En todos los sectores siempre hay firmas que exportan. Hay márgenes para incrementar la competitividad en muchos aspectos, que tienen que ver con la calidad, el diseño y la tecnología. Veo un énfasis quizás desproporcionado en apostar a la posibilidad de nuevos sectores hoy en la gestión, como el litio, el cannabis medicinal, la electromovilidad, las energías verdes, o como en el caso de IMPSA y su estatización. Son ejemplos de sectores nuevos y de alta tecnología que tienen oportunidades, marcos regulatorios nuevos y bienes públicos específicos. Pero, a la vez, hay un tema general de una industria que es poco competitiva internacionalmente y a la que le falta trabajar estos temas y sumar su diferenciación. En muchos casos, el apoyo del Estado es insuficiente, y el tema no es solo de las empresas, sino de la organización y la acción colectiva empresarial, que no tiene la cabeza puesta en mejorar las condiciones para la exportación si todos los días, dada la inestabilidad macroeconómica, pelear por un impuesto o tocar una puerta de un ministerio es algo que mueve más la aguja que trabajar en un proyecto de competitividad de mediano y largo plazo.

–Mencionaba la diferenciación como tema clave para la exportación, ¿por qué?

–En el sector industrial, la calidad, la diferenciación y el agregado de valor son casi condiciones necesarias para exportar, excepto en las commodities industriales. Hoy la Argentina no puede exportar con baja calidad, porque si el mundo compra productos de no tan alta calidad no va a buscar a la Argentina, sino que le compra a China, Vietnam o India. Ese es un problema. Pero las grandes oportunidades están en miles de sectores. Perú y Chile exportan frutas por US$5000 millones; Uruguay exporta más lácteos que la Argentina, y los lácteos son un agregado de valor. Y en ese punto es clave tener una marca, un diseño original, saber respetar contratos. Ese es un problema que hoy impide exportar más. Una cosa es vender en un mercado bastante protegido como el argentino, y otra es hacerlo en mercados que requieren un esfuerzo mayor. Y se puede exportar valor en frutas frescas procesándolas, agregando valor al maíz, vendiendo animales vivos, con biotecnología. No es el desafío identificar dos o tres sectores con potencial, que obviamente hay dos o tres con mayor potencial, sino tener una política exportadora mucho más clara.

–¿Cómo analiza el efecto de la negociación de acuerdos comerciales y el rol del Mercosur?

–La Argentina tiene un problema y es que no está decidida a tener una orientación de integración al mundo. Ese es un problema de base. Integrarse tiene beneficios y costos, y hay que hacer una evaluación. La indefinición en la que estamos se traduce en el escenario que vemos, con acuerdos comerciales que no avanzan, como fue el caso con la Unión Europea. En cualquier acuerdo tenés que dar y recibir, y cuando tenés que dar, hay que hacerlo con un horizonte determinado, donde algunos sectores van a estar más afectados y otros menos, y tiene que haber una decisión de trabajar con esos sectores para ayudarlos a que sean más competitivos, en acuerdos que se pueden aplicar con plazos. Sin esa decisión va a estar trabado el Mercosur también. En el parate del bloque hay una fantasía en la gente y en el discurso de profundizar el Mercosur para después salir al mundo; eso hoy es imposible, porque dentro del bloque hay fuerzas que la buscan y otras que tienen miedo a la integración, por lo que puede implicar.

 

Fuente: La Nación

POR Esteban Lafuente