Nuevos y desafiantes tiempos en la geopolítica económica global.
Existen los países aliados, los que son solo clientes, los adversarios, los vecinos y los ajenos; son todas categorías que hoy definen la cercanía o lejanía en las relaciones comerciales.
La reunión del presidente Alberto Fernández con el líder chino Xi Jinping (y la ampliación del swap) despertó preocupación de quienes temen un costo en la intensificación de la relación bilateral.
Un hipotético ingreso argentino a los BRICS corre un camino similar. China y Estados Unidos son polos de tensión internacional. Pero son relevantes destinos de exportaciones argentinas (los dos más importantes, después de Brasil): en 9 meses la Argentina exportó US$4670 millones a Estados Unidos y US$ 5213 a China.
El mundo asiste a la creciente influencia de la geopolítica en los negocios. Desde aquella controversia entre China y Australia por los orígenes del Covid (que terminó en restricciones comerciales contra productos australianos), hasta la reciente orden canadiense para que empresas chinas abandonen la explotación mineral, pasando por aquellas disputas sobre 5G en el Reino Unido, las discusiones (desde tiempos del presidente Trump) relativas a la propiedad intelectual para empresas americanas en la República Popular y la reciente prohibición del gobierno del presidente Biden de comercializar microchips entre empresas estadounidenses y otras en China; numerosos casos de intromisión de la geopolítica exhiben lo relevante del fenómeno.
Sin embargo, también se ha producido recientemente una visita “comercial” a China del canciller alemán Olaf Scholz, poco después de que una empresa china adquirió una relevante porción del importantísimo puerto de Hamburgo; mientras se mantiene la intensa relación comercial chino-estadounidense (600.000 millones de dólares en 2021) que hace que EE.UU. sea el mayor destino de ventas externas chinas (seguido en esa lista de “clientes” por otros adversarios estratégicos como Japón y Corea del Sur).
El mundo está redefiniendo vínculos.
Está configurándose una nueva tipología de relacionamientos en 5 categorías: los países aliados (que comparten similitud de instituciones, regulaciones y estándares), los clientes (que meramente intercambian -aun haciéndolo con intensidad- comercio o inversiones), los adversarios (que mantienen altas disputas, tensiones y controversias), los vecinos (que instrumentan relaciones por la necesidad de su cercanía) y los ajenos (que no mantienen vinculo significativo entre sí). Y la participación en más de una de estas categorías es posible (aunque algunas son incompatibles entre sí).
EE.UU. y China se ubican en la segunda y también en la tercera (la UE y China también). EE.UU. y Europa, en la primera (también lo están Australia y Canadá con EE.UU). La UE y Turquía están en la cuarta.
Una nueva geoestrategia económica permite roles múltiples, aunque de diferente significado. Se pueden tensar relaciones para imponer estándares o regulaciones, mientras a la vez se compra o se vende.
Hay vigentes en el planeta más de 350 acuerdos comerciales internacionales (70% de todo el comercio internacional planetario se celebra entre quienes redujeron sus aranceles recíprocamente a 0%). Pero más de la mitad de los celebrados en los últimos 20 años avanzan mucho más allá de la reducción arancelaria y generan confluencias regulatorias propias de mayores alianzas (el mundo está generando “deep” trade agreements, más que “free” trade agreements.).
Mientras, en un escalón inferior a esos vínculos, otros, aun sin confluencia y hasta tensionando vínculos para imponer condiciones regulativas compran y venden.
Pues para la Argentina esto supone un nuevo tiempo. Un ejercicio de elevación estratégica. Pero está pendiente.ß