Entrando en el último trimestre del primer año de gestión de Javier Milei, entre euforia y silencios que conceden, la elite empresarial de la Argentina se entusiasma con el rumbo que marcó el nuevo presidente y se apoya en un dato clave: el riesgo país, que por primera vez después de cinco años perforó los 1000 puntos básicos.
El indicador, no sólo lo observan los expertos en finanzas y quienes buscan atraer inversiones. Además de resultar clave para lograr financiamiento en el exterior para el pago de importaciones, es también uno de los primeros números que se pone sobre la mesa en un acuerdo de exportaciones.
Detrás de todas las «peripecias» que puede realizar una empresa industrial para cruzar el océano con un producto con valor agregado, el punto más «álgido» llega al establecer las condiciones de pago.
En ese sentido, «cuando el cliente que tiene que pagar un anticipo observa que el riesgo país de la Argentina está arriba de los 2.000 puntos básicos, desconfía», resumió un empresario industrial que exporta productos de Oil&Gas.
Hasta ahora, el valor más alto de riesgo país se registró en la corta gestión de Eduardo Duhalde, entre febrero de 2002 y mayo de 2003, tras la salida de la convertibilidad que derivó en devaluación, pesificación de depósitos y 49% de pobreza. En ese momento se disparó hasta los 7722 puntos.
La Argentina pudo domar el indicador durante la gestión de Néstor Kirchner, tras la renegociación de la deuda externa, y bajó a 795, pero fue creciendo a lo largo de los últimos años, en línea con los vaivenes de la economía. Más allá de las oscilaciones, en comparación con los países vecinos, la diferencia es contundente no sólo en la nominalidad sino en el tiempo Brasil, se sostiene en 259 puntos; Perú 165 y Uruguay 122 puntos.
«Si una empresa privada quiere crédito para una operación de comercio exterior internacional, y viene de un país con riesgo muy alto, le van a cobrar una tasa más alta porque el indicador marca que es poco confiable y por lo tanto esa empresa podría tener riesgos derivados del país en el cual está», explicó Marcelo Elizondo, especialista en comercio internacional y secretario general de la Cámara Argentina de Comercio (CAC).
El entusiasmo no sólo alcanza a los operadores de bolsa que aseguran que en 2025 «la Argentina vuelve a los mercados» sino a un sector productivo que ve que la mejora de este indicador, y otras señales de ordenamiento macroeconómico como la desburocratización del comercio y la mayor apertura, afectan de forma positiva el clima empresario.
Sin embargo, la euforia no es generalizada, en los encuentros donde se reúnen las cúpulas empresarias para debatir sobre los desafíos de la Argentina, resuena la necesidad de avanzar con una ley pyme pero antes que eso, la preocupación se centra en el abrupto nivel de caída de las ventas.
«Así no se podía seguir», arrojó un dirigente empresarial que participó esta semana en un almuerzo junto a un centenar de colegas y funcionarios del Gobierno. En líneas generales, la referencia al gobierno anterior es compartida, pero al indagar sobre la situación actual, sobran matices.
«Ahora está todo calmo, pero qué va a pasar el año que viene cuando la cantidad de productos del exterior supere lo que producimos», indagó un autopartista. Otra veta se abre al consultar sobre el apoyo político del actual Presidente en pleno ajuste y su incidencia en la mirada externa. «Todos trabajamos para que a Milei le salgan las cosas bien», aportó un hombre con 60 años en los negocios.
Afuera de ese marco, el sector pyme advierte que la combinación de una recesión persistente, caída en el consumo masivo, y un aumento de importaciones desató una «ruptura del equilibrio de la rentabilidad» que amenaza con forzar a muchas empresas a operar a pérdida.
Si la situación se profundiza, el sector podría ver una estampida de cierres, similar a la de los ’90, con una concentración de la oferta, dijo Daniel Rosato, titular de Industriales Pymes Argentinos (IPA).
Fuente: El Cronista