La demanda de electricidad crece con gran rapidez en América Latina. Según algunas proyecciones, el consumo de electricidad aumentará más de un 70% para 2030.
Varios factores empujan en esa dirección: clases medias, que a medida que se expanden en la mayoría de los países de la región, aumentan su consumo; el creciente desarrollo de industrias que consumen grandes cantidades de electricidad; el propio crecimiento de la economía regional que, en las próximas décadas se estima en un 3% anual; y el aumento de la población, que se incrementará hasta los 721 millones para 2030 y 784 millones para el 2050 (ONU). Todos esos factores dispararán la demanda de electricidad.
Según datos de la Organización Latinoamericana de Energía (Olade), América Latina y el Caribe consumen más de cinco veces lo que se consume en un país desarrollado como España y el Consejo Mundial de Energía (WEC) pronostica que la demanda se incrementará hasta los 3.000 TWh en 2050.
La encrucijada latinoamericana supone resolver un dilema que excede aumentar la capacidad de generación. En la región —donde todavía más de 30 millones de personas carecen del servicio— se deberán incorporar nuevas tecnologías y mejorar las infraestructuras de distribución. “Para cubrir esta demanda se necesita una fuerte inversión para mejorar y ampliar los sistemas de generación y distribución”, dice Fernando Ferreira, secretario de Olade, algo que el WEC calcula en unos u$s 30.000 durante los próximos 35 años.
Para cubrir esa extraordinaria demanda de manera sustentable y sin que se agudicen los problemas que la región ya soporta por efecto del cambio climático, hay una sola respuesta: energías renovables.
América Latina está caminando en esa dirección. Según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), entre 2010-2015 se invirtieron más de u$s 80.000 millones en energías renovables no convencionales (ERNC – excluyendo las grandes hidroeléctricas) y ya una cuarta parte de la energía primaria total proviene de fuentes renovables, lo que convierte a Latinoamérica en uno de los mercados más dinámicos en este sector.
El secretario ejecutivo de Olade, Alfonso Blanco, en entrevista con Efe, destacó que la región tiene “una historia en materia de energía renovables muy fuerte” con una participación del 25 % a nivel de la matriz energética, mientras que en el resto del mundo ese valor es del 10 %. “Nuestra región es esencialmente renovable… las energías renovables no convencionales, como la eólica y la solar, se están incorporando de forma gradual en la matriz energética”.
Para Blanco, también la participación de la hidroelectricidad y de la biomasa en la matriz energética de la región “es histórica”: “En la generación eléctrica, la hidroelectricidad tiene una participación muy por encima de lo que es la media en el resto de las regiones. Nuestra historia de renovabilidad data de mucho antes de lo que ha sido el proceso de transición energética en el resto del mundo”.
Es destacable la fuerte incorporación de energías renovables y no convencionales en la matriz de generación eléctrica de la región, donde países como Uruguay, Argentina, Chile, Costa Rica, Brasil y México presentan avances importantes. Uruguay por ejemplo, cerró 2017 con un 96 % de participación de energías renovables en la generación eléctrica y está a la cabeza a nivel global en la generación de electricidad a partir de fuentes renovables con una mezcla de generación que incorpora hidroelectricidad, energía eólica de gran porte, energía solar y generación a partir de biomasa.
Ese proceso ha hecho que América Latina se convierta en el foco para los inversores extranjeros en el sector. Los flujos procedentes de Europa, Asia y EEUU inundan la región. Brasil, México, Chile, Uruguay, Perú, Ecuador, Colombia y recientemente Argentina, son los países que convocan esas inversiones. Serán los que se beneficien de las principales partidas económicas.
España ha sido fundamental para el sector energético regional. Gas Natural Fenosa compró en 2014, la Compañía General de Electricidad de Chile y en ese mismo año, la IED de empresas españolas en el sector eléctrico latinoamericano creció casi un 500%, según datos del Ministerio de Economía español.
El fenómeno es pujante. Brasil y Chile tienen extraordinarias posibilidades de elevar su producción de energía solar y eólica. Chile tiene más de la mitad de la capacidad solar de América Latina y en Brasil y Argentina se concentra la mayor parte de la capacidad eólica de la región. Este último ha desplegado una enérgica estrategia de búsqueda de inversiones eólicas que ha resultado exitosa.
Uruguay, en menos de diez años, logró que la matriz de generación eléctrica sea casi 100% renovable. Chile avanza fuertemente hacia la incorporación de energía solar, ya que posee el desierto Atacama, más de 100.000 kms2 en el norte del país, que registra la radiación solar más alta del mundo, por lo que podría generar suficiente electricidad para toda Sudamérica.
También Costa Rica, tiene un elevado porcentaje de participación de energía renovable y México, cuya matriz de generación está muy fuertemente centrada en combustibles fósiles, ha decidido tener un nivel de participación para 2020 muy ambicioso de energías renovables no convencionales.
La muy buena noticia es que la región ha comprendido en su mayoría que su dependencia actual de la energía hidroeléctrica (América Latina es la región que genera la mayor proporción de energía renovable del mundo, más del 80% proveniente de represas hidroeléctricas) no es la energía que necesita para su futuro. A los costos sociales y medioambientales –deforestación; desplazamiento de comunidades, etc- fuente energética se suma que las graves alteraciones del clima, que vive el Planeta, la hacen menos predecible y más inestable.
Según el BID, en los próximos 10 años, el aumento de la proporción de energía generada a partir de fuentes renovables y la implantación de líneas de transmisión entre los distintos países, podría representar un ahorro de u$s 30.000 millones en comparación con los planes actuales, pues las energías renovables no suman costos de combustible y ampliar las líneas eléctricas es mucho más barato que construir nuevas plantas eléctricas.
Fuente:MarcoTrade