Equilibrio fiscal desde el segundo semestre. Superávit fiscal garantizado de no menos de 1 punto del PBI desde 2021 hasta el final del mandato actual de Alberto Fernández. Superávit comercial sostenido de entre u$s18.000 y u$s25.000 millones en el mismo período. Y, como carta ganadora, una promesa de caballeros: el Gobierno se comprometerá a desarrollar el proyecto petrolero de Vaca Muerta, para que desde 2024 comience a aportar no menos de u$s5.000 millones extras, que serán la garantía final para que el Fondo Monetario Internacional (FMI) se convenza de que la propuesta de pago para devolver los u$s44.000 millones, con una luz de tiempo de tres a cuatro años, es creíble.
A cambio, se exige que se libere al país del corset de un acuerdo tipo facilidades extendidas, y acepte un simple plan de pagos con recupero del dinero garantizado. A cambio, no se le deberán exigir al país reformas estructurales, incluyendo ideas de modificaciones a las legislaciones laborales, previsionales, fiscales o en la relación de fondos con las provincias; las que, aunque haya voluntad de concretarlas por parte del oficialismo (que no la hay), serían imposibles de aprobar en la situación política actual.
Esta es la propuesta general que desde el próximo miércoles será discutida en Buenos Aires, entre el Gobierno argentino y los primeros enviados formales del organismo financiero internacional, que por primera vez de manera oficial y cara a cara comenzará discutir el futuro de la relación entre el país y el FMI. Ese día llegará un viejo conocido de Buenos Aires: el encargado del Caso Argentino, Luis Cubeddu, de nacionalidad venezolana, y quien ya desempeñó ese mismo cargo, pero entre 2002 y 2004, cuando el Gobierno nacional renegoció la deuda bajo la presidencia de Néstor Kirchner y con el entonces ministro de Economía, Roberto Lavagna, con lo que sabe con bastante exactitud lo que Martín Guzmán y los negociadores locales le plantearán.
El enviado de Washington formó parte del equipo del FMI que en aquellos años discutió con el Gobierno de Néstor Kirchner, el acuerdo que luego se firmaría en mayo de 2003, y que también saltó las trabas del facilidades extendidas, formalizando un simple plan de cuotas. En aquel tiempo, tanto el director gerente del organismo, el alemán Horst Köhler, como la irreductible número dos Anne Kruger, presionaban para que el país aceptara, sin más, los estatutos oficiales de la carta orgánica para poder formalizar la situación. Sin embargo, una negociación directa entre Kirchner y el presidente norteamericano George W. Bush torció la historia a favor de la Argentina. El jefe de Estado de EE.UU. habló directamente con Köhler, y le indicó que apoyara al país en un acuerdo particular, a lo que el alemán accedió. Uno de los ejecutores de aquellas negociaciones, junto con Lavagna, fue el entonces jefe de Gabinete Alberto Fernández. Curiosidades de la historia: la experiencia podría repetirse en 2020; también con Fernández como actor principal y Cubeddu como reparto; pero con otros protagonistas necesarios, como Donald Trump, Angela Merkel y Kristalina Georgieva y Martín Guzmán. Otro actor que se repetiría, Alejandro Werner, quien en 2002 era observador Premium y hoy (aún) director para el Hemisfério Occidental. Se dice que el mexicano-argentino sobrevivió a la purga que terminó con la salida de este fin de semana del norteamericano David Lipton, porque aún mantiene buenas relaciones con el Gobierno de Alberto Fernández y puede hacer aportes importantes para el éxito de la meganegociación entre el FMI y el país. Si estas terminan siendo exitosas, probablemente mantenga su cargo. Si no, podrían transcurrir sus últimos meses en el organismo.
Lo que Cubeddu y sus técnicos discutirán desde hoy serán datos concretos y duros. El Gobierno le abrirá, por primera vez desde que Alberto Fernández asumió como presidente, los números fiscales y comerciales de las cuentas públicas, y (lo más importante) se hablará de las proyecciones de esas cifras hacia el futuro. Según los papers elaborados por Guzmán (con la colaboración del presidente del Banco Central, Miguel Pesce), este año podría cerrar con un superávit primario de entre 0,5% y 0,8% del PBI. Pero que desde 2021, si Argentina soluciona el conflicto de la renegociación de su deuda, el superávit estará garantizado e irá solidificándose a medida que pasen los meses de gestión albertista. Se les recordará a los visitantes que el propio Fernández se lo aseguró personalmente a Georgieva, Merkel, Emmanuel Macron y Pedro Sánchez con la frase “conmigo el déficit fiscal crónico no existe”.
El segundo capítulo, tan importante como el primero, sobre el que se hablará desde el miércoles, será el compromiso de un superávit fiscal de entre u$s18.000 y 25.000 millones (o más) desde este mismo año. Será el más fácil de explicar: es el promedio que viene sosteniendo el país desde las megadevaluaciones de 2019, explicado más a partir del derrumbe de las importaciones que del auge de las exportaciones. Guzmán y su gente prometen explicaciones sólidas para convencer a los visitantes de que este será el poder de empuje para el crecimiento del país, al no tener la necesidad de liquidar vencimientos de deuda hasta 2024; obviamente si las negociaciones por la deuda externa terminan de manera exitosa. Si todo esto no convenciera a los visitantes, se avanzará con el argumento de las ganancias para el país del desarrollo de Vaca Muerta; proyecto que, se asegurará, para el oficialismo tiene importancia innegociable. Y que la idea general es que no haya polémica entre el desarrollo del yacimiento y el sostenimiento de los pozos ya en producción. Sobre este capítulo, el titular de YPF, Guillermo Nielsen, prepara datos firmes a presentar cuando esté disponible la nueva legislación que el oficialismo quiere obtener lo antes posible desde el Congreso nacional.
Desde las huestes del FMI que llegarán el miércoles a Buenos Aires también hay una misión. Deben obtener datos certeros sobre la economía argentina, no sólo para la negociación que comenzará formalmente esta semana, sino para algo menos ampuloso. Cubeddu y su gente deben elaborar una proyección de las variables macroeconómicas más importantes del país, para que Argentina pueda estar incluida en el próximo Reporte Mundial, que será difundido en abril en la reunión de otoño del organismo en Washington. Parece un dato menor. Pero sin estos números, el board del Fondo no puede aprobar ningún tipo de acuerdo con un acreedor. Por ahora, el FMI sólo estima una caída del 1,3% del PIB para 2020 y un repunte del 1,4% en 2021.
Fuente: Àmbito