Criar chinchillas, un negocio que cotiza en el rubro textil

La piel de este roedor se encuentra entre las más preciadas del sector. General Ramírez es uno de los principales polos productores. La demanda internacional alienta una mayor exportación.

La cría de chinchillas comenzó a principios de los 90 como un tímido negocio entre productores que buscaban dejar atrás la dependencia agroindustrial. En este nicho encontraron su espacio pequeños y medianos ruralistas de varios pueblos del interior del país: el destino quiso que en la localidad de General Ramírez, a 60 kilómetros de la capital entrerriana, se polarizara una actividad que demanda poco esfuerzo y recursos humanos para su desarrollo, pero que requiere de buena capacidad para hacer negocios. Este fue el caso de Raúl Lust, hombre de tierra adentro que sin proponérselo se transformó en un verdadero pionero en la cría, reproducción, curtido y exportación de una las pieles más preciadas en el planeta. “Empezamos con la cría de chinchillas en 1991. Fuimos los primeros en Entre Ríos. Fue una alternativa a lo que uno estaba haciendo”, recordó Lust, conocedor como pocos de este animalito de la familia de los roedores y al que algunos adoptan como mascota. El movimiento económico de esta actividad puede resumirse de la siguiente manera: mínimo tiempo de atención, bajos costos de mantenimiento, sin gran infraestructura ni gastos de instalaciones, sin empleados, alto valor de venta del producto final (la piel) totalmente para exportación con un mercado internacional asegurado. Como toda actividad que involucra a animales, tiene sus secretos. Y si se trata de conseguir una piel de buena calidad, el peletero contó los pro y los contra de un emprendimiento que se expande. “Se necesita poco lugar, porque la crianza es fácil, siempre teniendo en cuenta la cantidad de animales. De todas las alternativas que estuve viendo me parecía la más adecuada, sobre todo por la existencia de un mercado externo, que muchas veces es una ventaja”, explicó en diálogo con UNO. Aquel que no conoce del negocio, no se imagina que la atención de este roedor no implica demasiado sacrifico, ni tampoco una infraestructura tan sofisticada. La familia Lust alberga alrededor de 600 chinchillas, en su mayoría hembras, en una habitación de 40 metros cuadrados. El empresario interviene para recordar que hace seis años la magnitud del negocio florecía por donde se lo mirara. “Hasta 2007 poseía un criadero de mayor magnitud, que llegó a albergar 2.500 hembras en producción, pero una enfermedad desconocida acabó con la vida de todos los animales. Cuando fuimos creciendo, en el caso nuestro, hubo una cuestión de hacinamiento, falta de ventilación que no es adecuada para la cantidad de animales. Tuvimos que empezar de vuelta”, dijo algo resignado. La cría, en todas sus etapas
Como en todo proceso productivo cada criador recurre a sus métodos. Aunque en lo que respecta a la chinchilla, se cría en jaulas individuales, destinándose cinco hembras por cada macho, en lo que representa una reproducción poligámica. Según la descripción que hace el peletero, el macho se comunica con las hembras a través de un túnel, ubicado en la parte superior de la jaula, por el cual accede para estar con la hembra de su preferencia. “A la hembra se le coloca un collar de plástico, que es de mayor diámetro que el agujero del túnel. Entonces el macho puede entrar pero la hembra no puede salir”, indicó Lust. La hembra tiene dos partos al año, concibiendo en cada uno entre una a cuatro crías. Su alimentación es en base a cereal, alfalfa y agua. Como es un animal que sufre mucho del calor, se lo mantiene en ambientes equipados con aire acondicionado.
Cada vez que se produce un nacimiento, hay alumbramientos de hembras y machos en la misma proporción. Como la cría es poligámica, las hembras que nacen se retienen. Por cada cinco hembras se guarda un macho, por lo que en el período de crecimiento del animal se sacrifican un 40% de machos destinados a pieles, según los datos proporcionados por el empresario. “Entre los nueve y los 11 meses se utiliza su piel”, manifestó Lust, a lo que aportó: “La época de nacimiento se produce en un período que se inicia en setiembre y culmina en abril”. Producción y venta
Los productos que se obtienen a partir de la piel de la chinchilla son variados y con precios que están al alcance de bolsillos pudientes. Tomando como referencia que por cada hembra se obtienen dos piezas, en el proceso productivo entra a jugar la creatividad y las necesidades del mercado. Por ejemplo, la bufanda de piel de chinchilla es el producto más modesto que se comercializa. Pero también se confeccionan cuellos, cubrecamas y tapados de piel, el producto estrella en este rubro. “Si hasta se le colocan diamantes a la prenda, llevando su valor hasta los 400.000 dólares. Hay prendas que van de los 2.000 a 3.000 dólares, y también las hay de 30 a 40.000 dólares. Se hace mucho acolchado con piel de chinchilla: una cubrecama grande lleva 200 pieles”, mencionó el productor. Los principales mercados exportadores son Estados Unidos, Europa y Asia, que concentraron su interés en la Argentina por la buena calidad de sus pieles y la zona considerada estratégica teniendo en cuenta que la chinchilla es originaria de América del Sur. “Una buena piel en promedio puede costar entre 35 y 40 dólares. Todo depende de la atención, el cuidado, la limpieza, que se le da al animal durante los nueve meses de vida, hasta que es sacrificado”, precisó Lust. Esta circunstancia hizo aumentar la competencia entre los productores autóctonos, quienes buscan seducir a los compradores extranjeros con pieles sofisticadas y adaptadas a los pedidos del consumidor. Con una demanda cada vez mayor, cada establecimiento se esfuerza por lograr pieles de primer nivel y así tener mayores expectativas de venta que atraviesa algunas turbulencias motivadas por cuestiones económicas. “Hubo vaivenes del país que hicieron que muchos criadores dejaran la actividad. Si antes producíamos más de 1000.000 pieles al año, ahora estaremos en 30.000 en el mismo período. Los criadores chicos quedaron en el camino por el tema del dólar: en San Juan no quedaron criadores, en Santa Fe tampoco y en Entre Ríos, muchos iniciados por nosotros, quedaron unos pocos en Paraná, uno o dos en Gualeguaychú y ahí paramos de contar”, se lamentó. Representante mundial
Raúl Lust conoció en 2000 en una ronda de negocios a Lajos Potháczky, considerado el peletero más importante de Europa. Desde ese momento se transformó en su representante en la Argentina. “No solo se dedican a la cría de chinchillas, sino al curtido que es muy reconocido a nivel mundial. También participan en las ferias internacionales de moda: Hon Kong, Milán, Moscú, entre otras. Esta empresa viene cuatro veces al año a la Argentina. Nosotros organizamos la compra de pieles en distintos puntos del país. Posteriormente las exportamos; causalmente la última vez que estuvieron fue hace dos semanas comprando pieles en Buenos Aires y en General Ramírez. Hasta aquí llegan criadores de distintos lugares para vender su producto. Entonces el criador tiene trato directo con la empresa, nosotros organizamos las compras, hacemos la exportación y el pago a cada criador”, detalló. La relación con Wanger Chinchilla se fortaleció luego de romperse el vínculo con una empresa española afectada por problemas económicos. La modalidad de los negocios con la firma de Potháczky fue mutando con el tiempo. A pedido del empresario, desde 2011 se establece una relación directa con el criador y se acuerda el valor de la piel.
“Llegamos a tener diferencias de apreciación en el valor de las pieles. Nosotros facturamos lo que ellos compran. Representamos a esa empresa en la parte sur de América”, acotó. Atento a la mayor demanda de los mercados internacionales de consumir este producto, en Bolivia nació el interés en la cría del animal: entre las ventajas comparativas de este país están sus condiciones para el negocio y además porque la chinchilla es originaria de la zona de Cordillera. “La chinchilla es única de esta región, no existe en otra parte del mundo. Con Uruguay estamos tratando de organizar una próxima compra para los pocos criadores uruguayos que quedaron”, aseguró. Lust reconoció que los niveles de exportación han experimentado una caída notable, aunque los establecimientos dedicados a este rubro han apostado a diversificar el negocio: una de las formas fue agrandar los criaderos.
En términos de producción, el emprendimiento de los Lust está apoyado en una estructura de trabajo familiar. A diferencia de años anteriores, cuando la cantidad de animales era mayor y se necesitaba un amplio plantel de personal, en la actualidad el proyecto cuenta con dos ayudantes. “Mi hijo Milton se dedica a la parte de exportación, porque maneja muy bien el inglés y también la parte bancaria”, indicó. Una actividad que echó raíces en la localidad de Ramírez y que crece en forma sostenida.

Fuente: El Diario